miércoles, 30 de marzo de 2016

27. Al encuentro de Ámbar


            Durante el últimos meses del entrenamiento en la academia, había sido compañero nuestro como oficial ayudante el hermano de Milashka, quien ya ostentaba grados, incluso había hecho dos travesías como novato en submarinos y con esta tercera estaba listo para obtener su primera destinación oficial. A Zarina no le contaba nada, pero por supuesto que sabía, claro está que no me puso inconveniente porque prefería verme con el hermano de su odiosa contrincante que tripulando una elevadora por los aires. Además fue gracias a él que fui aceptado como tripulante de una nave submarina en vez de quedarme en casa sin servir en el exterior y sin esa gran paga que esperaba recibir. Mystysiva sentía tan gran temor a que me incorporara a esas impresionantes (tecnológicamente anticuadas para estas épocas) naves aéreas que orbitaban mas allá del cielo celeste que prefirió me enlistara para una nave marina.
            ¿Por qué ese miedo a elevarme en los aires?
            En esta primera travesía en un submarino real, era emocionante, nunca pensé que un día podría tripular alguna nave militar. El viaje partía y al sumergirnos, aunque esta embarcación había sido equipada con mejoras tecnológicas, igual sentía esa sensación que me ahogaba al estar a tanta presión bajo el agua. Recuerdo que en mi niñez padecía asma, pero gracias a los complementos y medicina ADN parecía que esta no existía, hasta que ingresé a esta nave y nuevamente mi asma reaparecía.
            La travesía sería primero un puerto de esos artificiales, luego hacia el sur y de ahí a la Antártica, la isla con moais y otros destinos. Pero el destino tiene otros senderos.
            Cuando la nave recaló en este puerto aquel del sur, se sumó mas personal entre ellos su hermano, a quien no me gustaba hablarle ya que pensaba me culpaba por lo sucedido con Ámbar.
            Nos permitieron bajar un momento a una recepción para los tripulantes especialmente los novicios, pero en la base local. El lugar siguiente se suponía sería la Antártida.
            No me agradaban las recepciones porque además como muchos estaban falleciendo o regresaban con heridas, prótesis y todo eso, muchas veces, tras el alucinógeno, terminaban en llantos, quejas contra la vida, hasta dudando de la guerra que sucedía en otras partes y comenzaban a hablar acerca de geopolítica y esos asuntos en los cuales ya no me interesaban después de cinco años desde que abandonara mi hogar, mi único hogar que alguna vez tuve, ahora solo me interesaba efectuar bien mi trabajo y la remuneración tan grande que recibíamos y mas aun recibiríamos al cumplir cinco años en el servicio al exterior.
            Pero estaba obligado a concurrir. En uno de esos encuentros estaban unas primas y una abuela de Milashka que practicaba algún tipo de videncia de esas épocas donde se mezclaban los rituales arcaicos incluyendo alucinógenos y novísima tecnología del espectrum, que aquellos años era tenida como si fuera algo novedosamente útil y cierto. Una de las primas, la cual muy intrigante, se interesaba en conversar conmigo solo para saber cómo era mi vida con esta belleza casada e insinuarme que Ámbar aun me recordaba.
            ¡Qué niña mas estúpida! ¡Nunca sucedió nada con ella y aun pensaba que tendríamos alguna relación sentimental romántica!
—Así que tú eres el dichoso Xxxxxxx Xcxxxx, la Milashka siempre nos cuenta de ti, es que estaba enamorada de un compañero tuyo y siente que tú eres parte de su vida.
—¿Qué es de ella? —respuestas tontas a preguntas tontas.
—Ahí está recordando a su fallecido amor.
            No sé porqué se me dio la idea de que me achacaban la culpa de su muerte a mí.
—¿Y tu novia como está? —ella fisgoneaba nuestra hermosa relación.
            No contesté, mi cara colorada expedía molestia ante estas preguntas.
            Volteé para separarme del grupo, pero una mano fría de una mujer alta, unos 180 cm, me detiene.
—Mucho gusto joven Xxxx.
            Talvez al usar con cariño el diminutivo evitó que me retirara y continué conversando con esta vieja dama elegantemente vestida y que denotaba carácter fuerte, similar al de Milashka.
—Mucho gusto señora.
—Soy la abuela de Milashkasiya y a usted lo conozco —aquí recordé que ella estaba presente en el incidente de Mystysiva y Milashka aquella vez de la graduación años antes.
—Si claro —no sabía qué responderle.
            Mientras ella no dejaba de buscar mi ojos para examinarlos, porque supuestamente según decían tenía el poder de conocer el áurea de una persona y por sus ojos ver si algo “anormal” sucedía dentro de nuestro “espíritu”.
            Al notar mi molestia, afloró su educación y una afabilidad que usaba como defensa.
—No se preocupe, es que soy una irióloga aficionada por eso mi obsesión es ver el iris de las personas que conozco.
—Ya entiendo.
            Algo dentro de mi me indicaba que debía retirarme de ese lugar y alejarme de esas gentes. Aprovechando un momento, en que alguien del lugar me saluda, me acerco a él y con esa excusa comienzo a retirarme de esa reunión.
—¿Se va joven Xxxx?
—Es que me aconsejaron que debo descansar para mañana ingresar al submarino.
—¿No quiere aprender sobre el “áurea” de su ser?
—Si, talvez otro día —una frase falsa.
            En esos momentos llega el hermano de Milashka y me despido de él.
—Tan rápido te vas, solo has estado media hora.
—Es que debo conversar con ella.
—Si ya entiendo, ella siempre está contigo. Ámbar está aquí Xxxxxxxx ¿no quieres verla? —era Milashka—ella quería saludarte ya que ahora estás a solo meses de graduarte igual que su hermano.
—Bueno si es así, no sé, creo que esperaré un rato mas.
            No podía evadir la invitación de ellos a conversar ya que le debía esta destinación a Emerson, quien debido a sus contactos con su familia me permitieron haber ingresado en esa academia naval, en la cual pensaba que tendría oportunidad al egresar de ser destinado a tripulantes de nave elevadora.
            Mientras conversábamos de asuntos intrascendentes, al menos para mí, sentía una extraña fuerza que en algunos momentos aparecía dentro de mí y como que tomaba control de mis emociones y mente para empujarme a retirarme de aquella fiesta, pero esto recuerdo que siempre me sucedía, incluso alguna vez cuando era un niño notaba que no me agradaba cuando mis abuelos hacían alguna fiesta y concurrían otras personas, como que sentía debía estar solo, lejos de gente tan diversa, como si la gente me causara miedo y desagrado. Pero el ser humano es dominante con su comportamiento y lograba estar sosegado en medio de una conversación, incluso respondiendo frías palabras, frases con sentido, aun cuando un espíritu de rebeldía me incitase a irme.
—Así que usted joven Xxxxxxx conoció al amor de nuestra Milashka –era la veterana del ocultismo.

—Sí, ingresamos en el mismo grupo de instrucción, junto a su Milashka.
—Así que él era un líder por su carácter según me cuentan.
—Por supuesto él era líder y Alfen era el sagaz de la clase.
—¿Y usted cómo se describiría? —esta anciana me estaba causando molestia y se me notaba en el rubor de mi cara ostensiblemente colorada, aunque estos estúpidos pensaban que era debido a la bebida.
—Bueno. . . (titubeaba sin saber qué responder), no sé, creo que nunca me he autoanalizado.
—Debiera hacerlo, es bueno cuando nos conocemos interiormente —mientras con sus ojos intentaba buscar mis iris para observarlos.
—Además usted ha nacido en la era de Acuario y ese período será muy violento para aquellos que no entiendan las épocas que se avecinan.
—No entiendo.
—Abuela se refiere a lo que está sucediendo con estas guerras intercontinentales. Ve tú en lo que terminaron los dueños de ese submarino que hasta el día de hoy no sabemos bien su triste destino.
            Ya la cháchara de pseudociencia me tenía fatigado hasta que por fin Milashka intervino.
—¿Recuerdas Xxxxxxx cuando Antártico me llamaba mientras estábamos en el campamento? —era Milashka rememorando aquellos días— fue todo tan lindo.
            Ya estaba algo cansado de esta recepción y no hallaba el momento de largarme, pero ahora era su hermano quién comenzaba su charla aunque felizmente sin referirse a mí sino a la contingencia mundial.
—Así que estamos manejando mejor esta guerra de lo esperábamos.
—Pero debemos ser cuidadosos, porque ellos son mas numerosos —otro compañero— acuérdate lo que les hicieron al Norte.
—Sí pero sienten temor a lo desconocido.
—Siempre será así cuando el enemigo es un desconocido y además hasta nos menospreciaban —un jefe de sección.
—Pero esto ha cambiado ahora y nuestras debilidades quedarán a descubierto.
—Sí, pero será tarde para ellos porque tendremos el control de sus recursos y ciudades.
—¿Pero qué sacamos con eso si se niegan a producir para nosotros? —un inteligente.
            Como ahora habían mas de diez parlanchines reunid@s, comencé por escabullirme, no sin antes beber otra copa de ese sabroso pisco peruano.
—Hola Xxxxxxx.
            Era la niña hermosa, Ámbar, ahora mas crecida, tendría unos cinco centímetros mas que mi estatura y su fisonomía no era de una impúber adolescente, ahora su cuerpo y su faz eran algo diferente y mas, mucho mas hermosa que cuando la conociera; además una atractivísima femme fatale  con su hermosa cabellera castaña oscura y esos lindos ojos negros, toda una belleza femenina. Un todo sin igual, una beldad digna de ser dibujada por Leonardo, o esculpida por Miguel Ángel o poéticamente inspiradora de las odas de Neruda.
            Me quedé impactado al verla, ya que solo la había visto por imágenes, pero no frente a frente y menos al escuchar el timbre de su voz ahora mas grave. Esta voz era de esas que ustedes al escucharla quisieran tener a su dueña por toda la vida. Cuerpo, cara y voz, todo en ella era una hermosura, además de elegante. No podía creer lo emocionante que me sentía al estar al frente de ella a tan corta distancia.
—Hola Ámbar, te ves muy bonita.
—Sí es que estoy en mi linda edad según me dicen.
—Dicen la verdad porque esta será la edad que nunca olvidarás, siempre recordarás esta época.
—Y tú ¿recordarás este tiempo Xxxxxxx? —noté un dejo de tristeza y nostalgia en su voz.
—No lo sé, solo sé que deseo ser tripulante de una nave elevadora algún día.
—La vida no solo son máquinas y esas cosas terrenales —como si le molestase que hablara de asuntos tecnológicos en vez de emociones y pensamientos personales.
—Es que eso es lo que anhelo mas en mi vida.
—Y tú corazón sentimental ¿acaso no siente necesidad por alguien a tu lado?
—Bueno, es que, ya estoy unido con la única mujer que conozco y es mi única compañera, porque ya —aquí comenzaba a decir frases sueltas, torpes, sin razón como si algo dentro de mí entrase en contradicciones y obligase a  mi cerebro a responder estupideces.
—Es que estás totalmente subyugado por una casada, te tiene como esclavo —expresa ella.
—¡No es así! porque ya soy adulto y en realidad estoy con ella porque la siento mi alma gemela, sin ella no sé cómo viviría.
—Un día ella te abandonará . . . todos sabemos eso.
            Alguien interrumpió nuestra conversación y comenzó una serie de diatribas contra los enemigos en esta guerra, así que miramos hacia los oradores y se terminó la conversa.
            En otro momento ingresa una chica en los 20 años, no era bonita, pero sí parecía de esas inteligentes y seguras de sí misma, se acerca a la bella Ámbar y la besa, ella era su pareja. Mi Ámbar ahora no me pertenecía ¿o sí? no lo sabía en esas épocas en que mi juventud recién aprendía a conocer los sentimientos, sensibilidades emocionales y el amor romántico.
            Pensaba que si le hubiera dicho a mi linda Ámbar: “Ven casémonos y formemos una familia”, ella no aceptaría, pero la realidad era otra, solo que la juventud nos impide actuar inteligentemente en las asuntos del amor.
            Antes de terminar la noche, alguien llega a buscarnos a los tripulantes de este submarino y nos trasladaban a la nave, se ha terminado la fiesta, ahora de nuevo a ese tubo molesto.
            Eran las 4 de la madrugada y el frío invernal escarcha la tierra mientras arriba en el cielo las hermosas estrellas brillan, cometas varios, es que estas épocas la lluvias cometarias han comenzado con intensidad. Algunos destellos ya conocidos que explotan arriba, son SAT contra SAT combatiendo, robots que defienden el territorio de otros robots atacantes, mientras aquí abajo una nave antigua, una mole de antiguo acero y grafito, está anclada en la bahía esperando para albergar en su interior  docenas de seres humanos, gentes de un mismo pueblo, cultura e idioma, todos ellos extraviados en la mismas mentiras de la guerra, de las vanidades del poder, solo poder, nada de afecto y sensibilidad ante las suaves emociones del corazón del amor.
            Al igual como cien años antes albergara a otros hombres de diferente lugar, cultura e idiomas, esta nave albergara a nuevos pasajeros ¿y qué fue de aquellos? perecieron en el arrabal de la violencia de la guerra junto a millones, así como cientos son los que pasaron por esta nave, que aprendieron a vivir en ella, perdieron la vida o regresaron maltrechos para el resto de sus días en esta tierra de violencia y odio, de romances anómalos y almas oscuras que ocultan arcanos misterios del pasado.
—Mira Xxxxxxx, que bonito se ve nuestro submarino —era su hermano, mi compañero de travesía, quien con algunos grados alcohólicos en el cuerpo expresaba sentimentalismo por ese tubo inmenso que esperaba flotando sobre el agua oscura y fría de este océano.
—Si, pareciera ser un castillo antiguo, de esos de época arcaicas, esperando su turno para ser rodeado y atacado —no sé de qué recóndito lugar de mi mente (o mi alma) aparecían estas frases.
—Tienes razón, parece ser una ciudad amurallada —expresaba otro tripulante—y nosotros sus defensores.
—Nadie podrá conquistar nuestro castillo.
—Es nuestra casa, que debemos cuidar —era el comandante de instrucción.
—La cuidaremos muy bien, si ha sobrevivido tantos años, la nave seguirá presente después de nosotros.
—No olviden que esta nave ha cobijado a cientos de hombres durante décadas y aun perdura, pero los demás ¿dónde están?
— Hijo —era el comandante respondiendo aquella pregunta mía— nunca sabremos lo que sucedió con esa nación. Solo unos veinte millones sobrevivieron y ahora han sido olvidados en Oceanía.